Jesús Díaz / Luisa Mora

¿Necesitamos más poesía? Cancionero de ausencias en las aulas y los espacios bibliotecarios españoles

Luisa Mora Villarejo / Jesús Díaz Armas

Biblioteca del INAP (Madrid) / Universidad de La Laguna (Canarias)

(luisamoravi@gmail.com / jsdiaz@ull.es)

 

Resumen: La poesía, en nuestra época, es género poco frecuentado, y esto ocurre también en el ámbito de la lectura infantil y juvenil. Así se constata en este análisis del panorama profesional: en la edición, la divulgación y la investigación, en las prácticas bibliotecarias y educativas. Las evidentes ausencias contrastan con los objetivos formativos de la poesía, considerada por los propios mediadores como recurso idóneo para desarrollar la sensibilidad artística y las competencias lectora, lingüística y literaria.

Palabras clave: poesía; hábitos lectores; formación de lectores competentes; formación de los mediadores.

 

Abstract: Poetry is a rarely used gender nowadays. In children and youth’s literature this is not any different, fact that is revealed in this analysis of the professional landscape. Editing, research dissemination, and research itself, together with library and educational practices noticeably lack this gender. This lack dissents with the educational objectives of poetry, considered by the mediators to be a perfect resource to develop not only artistic sensitivity, but reading, linguistic and literary skills.

Keywords: poetry; reading habits; training of competent readers; training of mediators.

AAna Pelegrín

 

Quizá el mayor reproche que cabría hacer a la declaración de la UNESCO que instituyó en 1999 el Día Mundial de la Poesía es que haya incurrido en la cursilería de hacer coincidir su celebración con el inicio de la primavera, pero, al menos, esta acción busca dar remedio a algunas de las preocupaciones que nos motivan: la contradicción entre la necesidad de la poesía (instrumento de consolidación y maduración de una lengua, vehículo de comunicación entre lenguas y culturas y medio para la expresión del pensamiento y el mundo interior), que es opinión comúnmente aceptada incluso entre los mediadores, y su falta de presencia y notoriedad en la sociedad de ahora.

La poesía es, actualmente, género minoritario y, para muchos, elitista, y ello afecta al número de colecciones, tiradas y lectores. Es habitual relacionar este hecho con las ausencias de la poesía en los medios de comunicación (incluso en espacios literarios en la radio o la televisión o en los suplementos literarios, que, salvando algún ejemplo honroso, no tienen página o espacio fijo para ello), las librerías y bibliotecas (donde no siempre hay un espacio visible para las novedades en poesía, o abundan las ediciones publicadas –más bien, donadas- por instituciones locales y escasean las de las editoriales más rigurosas y conocidas).

En nuestro país se publican unos 2.000 títulos de poesía al año, de los cuales 1.300 son novedades; las tiradas suelen ser mínimas, de unos 500 ejemplares, salvando algunas colecciones bien asentadas. Nada tiene de extraño, pues, que el número de ediciones de poesía para uso escolar o infantil, o de estudios, tesis, congresos, reseñas, noticias en la prensa y en la red sea sensiblemente menor que el de otros géneros. Análisis recientes, no obstante, indican un impulso creciente (en colecciones, títulos nuevos creadores) y una interesante renovación en lo que ha venido considerándose apropiado para el lector infantil e, incluso, juvenil (Sotomayor, 2002; Díaz, 2009).

Entre 1980 y 2010 se habrán editado casi un millar de títulos, siempre con un ritmo creciente, entre selecciones de poesía tradicional infantil, antologías y ediciones escolares, traducciones y, de manera particular, libros de poesía escritos directamente para niños y publicados en colecciones específicas. El afianzamiento del género se percibe en el aumento de colecciones y títulos y en los aires de renovación, pero también en la multiplicación de los premios literarios, o en la mayor visibilidad que alcanza la poesía en el propio ámbito de la literatura infantil, al haberse concedido a libros de poesía, pero sólo recientemente, premios como el Lazarillo o el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil.

En paralelo se han ido produciendo algunos aportes en la investigación y la difusión: los encuentros organizados por el CEPLI en 1983, por la OEPLI o la Fundación Sánchez Ruipérez en 2002, o por la red LIJMI en 2008, las antologías y estudios de especialistas como A. Pelegrín, V. Moreno, J. García Padrino o P. Cerrillo, las tesis doctorales (apenas cuatro entre 1986 y 2005); los números monográficos de revistas especializadas, como Peonza (2003), CLIJ (2003), Lazarillo (2002), Educación y Biblioteca (2007), Primeras noticias (2009). En un análisis puramente cuantitativo sobre revistas de referencia, documentos sobre el estado del sector o portales de gran notoriedad en la red comprobamos que la presencia de la poesía es minoritaria. Incluso se aprecia un evidente descuido, a veces, en las escasas reseñas de libros de poesía para niños, como el de no indicar el nombre del antólogo. Por otro lado, en las selecciones que se proponen por mediadores, salvo entre las más rigurosas, no siempre existe el criterio de añadir algún libro de poesía o teatro.

 

Los mediadores profesionales: bibliotecarios y docentes

Lo visto hasta ahora permite apreciar, dentro de una presencia aún tímida de la poesía en ciertos sectores, un impulso y una renovación crecientes. Sin embargo, aún no sabíamos mucho acerca de cómo perciben los mediadores y los alumnos todo este fenómeno. Los estudios recientes sobre hábitos de lectores en la adolescencia no suelen ocuparse mucho de la poesía que, siendo minoritaria, queda oscurecida ante la narrativa. Tampoco conocemos muchos estudios sobre hábitos lectores de los mediadores o acerca de las teorías implícitas sobre la lectura literaria, y por ello nos propusimos conocer cómo se hace un lector de poesía, qué incidencia tienen los mediadores sobre la comunicación de la experiencia poética y qué es lo que piensan sobre ello, por lo que pedimos a un grupo de bibliotecarios y docentes y a alumnos de Magisterio que rellenaran un cuestionario con 10 preguntas abiertas. Estos últimos, futuros mediadores, nos permitieron establecer un contraste generacional. La muestra abarca diversas realidades y regiones, pero es limitada y está compuesta, en ocasiones, por un universo modélico: personas con sensibilidad por el libro y la lectura, hasta el punto de que en la encuesta se han colado, incluso, algunos poetas entre los 20 y los 60 años. No se pretende hacer aquí un análisis definitivo, sino sólo aportar una síntesis y un análisis de los datos obtenidos que podrían servir para otras investigaciones.

Los trece bibliotecarios encuestados trabajan, en su mayoría, en bibliotecas públicas municipales con salas destinadas a niños y jóvenes o directamente especializadas en estos lectores. Sólo tres de ellos son lectores frecuentes de poesía, con gustos variados: Gabriela Mistral, Nicolás Guillén, Pessoa, Blake, Plath, Ángel González, Benítez Reyes, pero todos valoran, especialmente, a autores nacidos a fines del XIX que siguen formando parte del canon escolar (Juan Ramón, Antonio Machado, Alberti, Lorca, Miguel Hernández), y conocen autores que escriben para niños (Fuertes, Walsh, M.ª Luz Uribe, Luján, Reviejo, Ferrán, Gloria Sánchez, Teijeiro, Martí i Pol, Rubio), y variadas editoriales, de cuyas propuestas suelen tener un profundo conocimiento que nutre las políticas de selección y adquisición de libros (Mora, 2005).

Algunos atribuyen la menor fuerza de la poesía en sus fondos bibliográficos a su débil representación en el mercado: “hay menos porque se publica menos”, dice uno. Otros, en cambio, consideran que a la poesía debería aplicarse algún trato de favor: “habría que poner en marcha todos los medios necesarios para reforzar su lectura y su disfrute; de hecho cuando se fomenta, los jóvenes se la llevan en préstamo igual que los otros géneros”, comenta otro.

El interés se fomenta desde el centro escolar: “la mayoría de los préstamos –en opinión de uno de los encuestados– se deben a que los recomiendan en el colegio o en el instituto”, pero los servicios bibliotecarios tienen una función que desempeñar: “mientras los adolescentes se interesan por poemas de amor o de tipo existencial, muchos niños no eligen libros de poesía porque desconocen lo que hay y prefieren que les aconsejes”, así que los bibliotecarios “han de servir más de puente con los libros de poesía porque, si no se impulsa desde la escuela, las familias difícilmente suelen leérsela a sus hijos”.

De los trece docentes encuestados, de distintos niveles y comunidades, sólo uno es lector habitual de poesía. Coinciden con los bibliotecarios (además de en tener una edad aproximada entre los 40 y los 55 años) en cuanto a los poetas que degustan (Whitman, Benedetti, Maillard, Marzal, Hierro, José Emilio Pacheco). Rechazan rotundamente lo que se les hizo aprender por obligación, y, por el contrario, recuerdan gratamente su afectiva transmisión por un familiar. Entre los poemas más apreciados y odiados a la vez, según la experiencia íntima y personal de cada uno, cuatro citan “La canción del pirata”, de Espronceda; otros mencionan “Margarita”, de Darío y las “Coplas a la muerte de su padre”, de Jorge Manrique. Según varios testimonios, el mediador más exitoso ha sido, sin duda, Serrat: gracias a él muchos son capaces de repetir fragmentos o poemas largos de Machado y otros poetas.

 En contraste con estas experiencias agridulces, todos confieren gran importancia a la poesía en la formación del alumno, para pronunciar y entonar bien, desarrollar el vocabulario y la expresión escrita, la sensibilidad y la creatividad. Comparten la idea de que la poesía potencia la autoestima, el conocimiento de las emociones y el autocontrol, los hace más sensibles y los ayuda a resolver conflictos. Otra idea bien asentada es la de que la poesía “nos permite conocer y conocernos, es una forma de comprenderse a sí mismo y a los demás y, también, de enfrentarnos a la vida”.

Interrogados sobre los volúmenes de poesía existentes en la biblioteca escolar, la mayoría desconoce qué es lo que hay, pues usan su propio material (poemarios, antologías autoriales, sectoriales, para uso escolar, ediciones anotadas, ilustradas) o buscan los documentos que necesitan en otras bibliotecas o internet, o en blogs como los de la biblioteca de Cocentaina o Pedro Villar. Conocen a algunos poetas que escriben para niños, además de los libros de poetas célebres de la editorial Susaeta, álbumes con predominante tono lírico o rima, antologías compiladas por Ana Pelegrín.

La mayoría leen poesía en sus aulas, pero trabajan al margen del claustro y de lo que se hace en la biblioteca escolar, mediante prácticas como la lectura en voz alta (observan que muchos alumnos disfrutan recitando); el comentario (procurando que no sean solo “comentarios literarios”); actividades productivas, especialmente en Educación Primaria (creación y recreación de poemas, realización de propuestas plásticas, completar versos, etc.); recitales anuales para el Día del Libro. Es opinión generalizada que con la poesía se debe disfrutar, sin imposiciones.

 

Los futuros mediadores

Tras tener estos datos, quisimos recabar una información semejante de quienes se están formando para ser docentes en los próximos años y pertenecen a una generación posterior: la muestra, sobre unos 40 individuos, resultó muy reveladora porque poseen una memoria muy fresca de lo aprendido en la escuela y el instituto, y porque sobre ellos no han influido los procesos de formación en el puesto de trabajo o de la formación continua. Tuvimos la oportunidad, además, de cruzar estos datos con los de hábitos lectores que realizamos hace un año sobre un universo muy similar, casi con los mismos encuestados, que reveló cuáles eran sus lecturas más recientes, con una abrumadora presencia del best-seller y del libro de autoayuda.

Entre los datos más significativos se encuentra el hecho de que los poetas más apreciados no distan mucho de los del canon escolar, y tampoco de los más valorados por las generaciones anteriores: Bécquer, especialmente, y, luego, Lorca, Neruda, Benedetti o Machado, Darío, aunque se citan otros muchos (una sola vez). Los textos recordados con más cariño son, de nuevo, los de Bécquer, Machado, Lorca: “Dos rojas lenguas de fuego”, “Volverán las oscuras golondrinas”, “La canción del pirata”. Los más indican que fue en la escuela o el instituto, y otros a través de algún familiar, un guía apasionado, como descubrieron la poesía, y se refieren al deslumbramiento que les produjo precisamente el texto que citaron como su preferido, aunque otros no conservan ningún recuerdo que asociar a la escuela sobre la poesía. Creen que ésta es necesaria en el sistema educativo y hay una clara unanimidad de que es necesaria para la educación y expresión de los sentimientos. En relación con la poesía infantil, el autor más recordado es, sin duda, Gloria Fuertes, aunque otros conocen a Carmen Gil o María Elena Walsh, o asocian con la LIJ a Lorca, Alberti o Iriarte.

 

Conclusiones

Los estudios que conocemos sobre hábitos lectores parecen mostrar que la lectura se ha independizado (quizá siempre fue así) de las recomendaciones escolares, del canon escolar o filológico: los jóvenes, ejercitando su libertad personal, leen géneros “prohibidos” hoy como ayer. Ayer leían cómics y novelas de aventuras de las que no se hablaba en la escuela. Hoy leen lo que quieren: best-sellers, autoayuda (dirigidos a menudo a un público juvenil), cómic. Y sólo una minoría lee poesía.

Si las generaciones pasadas tuvieron más contacto con la lírica, ello fue por otra suerte de clandestinidad que favoreció en nuestro país a cierta poesía: la del exilio exterior o interior, pero también la de los coetáneos y, como resultado, de toda nuestra tradición poética (Juan Ruiz, Jorge Manrique, Quevedo, Góngora, Neruda, etc.), que hallaba cauce en las voces de cantautores y difusores de la cultura popular como Paco Ibáñez, Joaquín Díaz, Amancio Prada, Serrat. La situación actual es muy otra. Pero que las referencias sigan siendo las mismas algo tendrá que ver con la deserción de la escuela de una de sus funciones primordiales: la formación del gusto y de la sensibilidad, y no porque Bécquer y Lorca no puedan educarla, sino porque los textos que puedan emocionar a los escolares que se traen al aula siguen siendo exactamente los mismos de hace cuarenta años.

Se desprende de estos datos que la poesía depende exclusivamente de las estructuras de mediación y, sobre todo, del sistema educativo, a diferencia de lo que ocurre con la lectura de novelas juveniles o best-sellers, en los que existen mecanismos empáticos similares a los de otros formatos narrativos. Creemos que las buenas prácticas en bibliotecas y escuelas pueden invertir esa tendencia, producir, por ejemplo, a través de un plan lector, “un cambio en los gustos de lectura de los alumnos”, incrementándose significativamente la de libros de poesía (Miret, 2010: 28).

Por otro lado, y paradójicamente, los mediadores están convencidos de la necesidad de transmitir la pasión por este género, pero no la leen ni la conocen, y ello conduce a la necesidad de reduplicar nuestros esfuerzos promoviendo su conocimiento y su aprecio, difundiendo experiencias educativas y bibliotecarias novedosas en la formación inicial y continua de los mediadores, propiciando una mayor cooperación entre bibliotecas y escuelas, bien en la información que las primeras ofrecen a las segundas, y que podría mejorar mucho integrando a los géneros menores, bien en la realización de actividades conjuntas para promoverlos y potenciar itinerarios lectores individuales.

Ya que los testimonios recogidos señalan la idoneidad de la poesía durante la adolescencia, en relación con la expresión del sentimiento y la educación emocional, habría que realizar un esfuerzo imaginativo para darle visibilidad, relativizando el canon (sin renunciar a la formación literaria) y la interpretación única y dogmática (inaceptable en literatura, y más aún en poesía), y privilegiando los objetivos de sensibilización a través de herramientas inventadas hace mucho: el diálogo de tú a tú sobre lo leído, el recitado, la dramatización, los talleres de poesía.

 

Bibliografía

DÍAZ ARMAS, J. (2009), “La poesía en el siglo XXI en el ámbito castellano”, en B. ROIG RECHOU, et al. (coords.), A poesía infantil no século XXI (2000-2008), Vigo: Xerais, pp. 35-55.

MIRET, I. et al. (2010), Bibliotecas escolares “entre comillas”. Estudio de casos: buenas prácticas en la integración de la biblioteca en los centros educativos, Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

MORA, L. (2005), “Gestión actual de colecciones en bibliotecas españolas”, Educación y Biblioteca, nº 148, pp. 67-133.

SOTOMAYOR, V. (2002), “Poesía infantil española de los últimos veinte años”, Lazarillo, nº 8, pp. 8-38.