Beatriz Montero

Bebecuentos, esos grandes olvidados

Beatriz Montero

Red Internacional de Cuentacuentos - International Storytelling Network

(beatriz@beatrizmontero.com)

 

Resumen: Los primeros años de vida son muy importantes para el desarrollo de la persona, intelectual y afectivamente. Los bebecuentos ya sean narrados o leídos ayudan en la formación neuronal del cerebro del bebé. Los cuentos ayudan al bebé a adquirir vocabulario, a despertar la imaginación y los sentidos. Cuando los padres cuentan al bebé un cuento se crea un momento de intimidad, donde el pequeño se siente querido y atendido. En este artículo hablo de la importancia y las claves para contar cuentos a bebés desde mi larga experiencia como cuentacuentos.

Palabras clave: Bebés, cuentos, educación, prenatal, cuentacuentos.

 

Abstract: The first years of life are very important for the development of the person, intellectual and affectively. The tale either told or read help development baby's brain neurons. The tale helps the baby to acquire vocabulary, to awaken the imagination and the senses. When parents tell the baby a story creates an intimate moment, where the baby feels love. In this article, I provide ideas to tell stories to babies from my long experience as a storyteller.

Keywords:Babies, tales, education, prenatal, storytelling.

 

Mucha gente se extraña cuando digo que cuento cuentos a bebés entre los 0 y 3 años, y casi al tiempo que se extrañan me hacen las mismas preguntas: ¿Cómo se cuenta un cuento a un bebé? ¿Entiende el bebé un cuento? Tengo que admitir que no, el bebé no entiende el cuento de la misma manera que lo hace un niño de siete años. El vocabulario del bebé es muy limitado y no llega a desarrollar todos los sentidos hasta la edad de cuatro años. El bebé entiende el cuento de otra manera. Entiende que cuando le contamos el cuento le estamos dedicando el tiempo a él o a ella, y lo interpreta como un acto de amor, y así se van estableciendo lazos de afectividad entre el adulto y el bebé. También va explorando y desarrollando los sentidos con las inflexiones, tonos y volumen que ponemos cuando le contamos un cuento, con las ilustraciones que ve en los libros cuando le señalamos que esa imagen es un tren o un gorila comiendo un plátano. Los bebés tienen una esponja por cerebro, y los cuentos que les contamos les ayudan a ir adquiriendo vocabulario, a desarrollar la memoria y fomentar la imaginación.

Cuando comencé a contar cuentos a bebés, no sabía cómo debía enfocar el cuento, ni qué cuentos debía contarles. No existían, ni apenas existen libros que hablen del tema. La actividad del bebecuentos es tan reciente que tuve que ir improvisando. Fue gracias a mi experiencia de años como cuentacuentos con niños más mayores como fui desarrollando la técnica de cómo contar cuentos a los bebés. Y esta experiencia mía es la que quiero transmitir aquí.

El efecto que el cuento ejerce sobre el bebé es tan inmenso que el día que nos demos cuenta de todos los beneficios que tiene, probablemente empiece a formar parte de los planes de estudios en las universidades, y se instale como terapia en los hospitales. Y esto no es algo tan irreal. En situaciones de catástrofe natural como terremotos o inundaciones, se envía servicios de primeros auxilios, comida, tiendas de campaña y mantas. Algunos gobiernos, conscientes de otras necesidades inmateriales más allá de la ayuda psicológica, optan también por trabajar con los cuentos. Contando cuentos a los niños víctimas de catástrofes, se amortigua la situación traumática posterior. Es a través de los cuentos donde el niño o niña pueden asumir, exteriorizar y verbalizar su miedo y su dolor.

“Los cuentos hacen que el cerebro crezca, amplía sus posibilidades a través de la ruptura de fronteras y de la imaginación”, me dijo en una ocasión el escritor Enrique Páez. Por eso, aunque el bebé no entienda la literalidad de todas las palabras, no por ello hay que dejar de contarle cuentos. Es más, contar cuentos a un bebé es algo tan vital y necesario para él, como lo es dormir, comer, o llorar. Los primeros años son esenciales para el aprendizaje emocional y cognitivo, porque es cuando el bebé comienza a hablar y a comprender las palabras. Los bebés a los que se les ha contado cuentos, cantado nanas y canciones infantiles se convierten en niños más despiertos, más seguros afectivamente, y tienen más probabilidades de ser en el futuro buenos lectores.

 

Cómo se cuenta cuentos a bebés

En mi experiencia profesional he contado muchas veces cuentos a grupos reducidos de 15 bebés. Suelo realizar las sesiones de bebecuentos en bibliotecas, escuelas infantiles, guarderías, museos y teatros. En teatros el número de bebés que acude por sesión es mucho mayor, pero este espacio para contar cuentos a bebés es algo infrecuente. Ahora veremos cómo se cuenta el cuento. Para empezar los bebés deben ir acompañados de algún adulto, ya sean educadores, padres, madres o abuelos. Es preferible que los bebés estén sentados en el suelo sobre alfombras, dibujando un semicírculo alrededor mío.

Suelo comenzar con una canción para relajarlos. Pero antes, hago sonar un instrumento musical: una pandereta, una flauta o un cuenco tibetano para llamar su atención. Los pequeños giran sus cabezas hacia el sonido y fijan las miradas en el instrumento musical. Y luego comienzo a cantar una canción tradicional:

 

Cu-cú, cantaba la rana,

cu-cú, debajo del agua,

cu-cú, pasó un caballero,

cu-cú, con capa y sombrero…

 

Lo bueno de este tipo de canciones es que son sencillas y fáciles de entender. Se puede acompañar una palabra de cada verso con una acción o actividad: saltar, agacharse, aplaudir, tocarse la cara. Son actividades sencillas que el bebé puede imitar, consiguiendo así fomentar la participación y la comunicación. 

Después de la canción les cuento un cuento sencillo y breve. Puede ser un cuento publicado o un cuento mío, como “El príncipe caprichoso”, que cuento con el apoyo de un libro pop-up del que salen formas abstractas de vivos colores: rojo rabioso, azul intenso, amarillo fuerte. En el cuento, el príncipe caprichoso va pidiendo cada vez un regalo nuevo. Unas veces pide un juguete muy ruidoso, y les hago escuchar el ruido de una sierra de papel. En otra ocasión los reyes regalan al príncipe pompas de jabón, y motivo a los bebés a que soplen conmigo para que salgan las pompas. “A la una, a la dos y las tres”, les digo, y soplamos todos juntos. Del libro salen entonces bolas de papel de distintos colores unas encima de otras. Los bebés se sienten partícipes de cada regalo que recibe el príncipe caprichoso. El uso de actividades dentro del cuento fomenta la socialización del bebé y la comprensión de vocabulario.

Para contar cuentos hay que ser dinámico, ya que el bebé se distrae con facilidad. Es importante tener en cuenta estos tres factores:

- Hacer inflexiones de voz. Por ejemplo, poner distintas voces a los animales del cuento. Subir y bajar el volumen de voz, hablar más o menos rápido. Evitar los gritos, que les asustan.

- Mover el cuerpo cuando se cuenta el cuento. Por ejemplo, al decir “comer” haz el gesto de masticar. Es posible que el bebé no entienda el valor semántico de “comer”, pero sí reconocerá el gesto de masticar, porque lo hace varias veces al día. Las expresiones corporales ayudan a reforzar las palabras y desarrollar el vocabulario. Se puede simular sorpresa abriendo mucho la boca, o los ojos. Y al abrir los brazos se puede dibujar en el aire lo grande que es el oso. La clave está en la exageración. Con los bebés hay que contarlo todo a lo grande.

- Hablar despacio y masticar las palabras. El bebé no entiende el significado de todas las palabras, pero las puede ir aprendiendo con los cuentos, para ello hay que contar el cuento lentamente. Alargando a veces las sílabas para que el bebé se vaya familiarizando con nuevas palabras y aprenda a pronunciarlas. También hay que separar algunas palabras por sílabas. Por ejemplo, si les vamos a enseñar dos animales nuevos, gato y ratón. El cuento empezaría así: “Había una vez, un ga-to que se comió a un ra-tón”.

 

El aprendizaje a través de la magia de los cuentos

La magia de los cuentos le proporcionará al bebé un aprendizaje emocional, le enseñará vocabulario, desarrollará el oído gracias a los distintos registros de voz que ponemos en la voz al imitar al oso o a la rana, aprenderá a concentrarse, y aún hay más.

Para conseguir que el cuento sea un vínculo de aprendizaje hay que entregarse por completo al bebé, mirarle a los ojos para que se sienta atendido y tenerlo cerca de nosotros. Cuando realizo los bebecuentos colocó a los bebés en semicírculo muy cerca de mí, así me puedo acercar a ellos y enseñarles la tortuga Tomasa, que los bebés acarician y dan besos, o pueden tocar a la ballena, o al ratón Ramón. Si algún bebé está más distraído me lo llevo a mi regazo y le siento sobre mis piernas mientras sigo contando cuentos a todos los bebés. Es importante que los bebés estén cerca de mí, que noten mi calor, y hablo literalmente del calor humano, ese que desprende nuestro cuerpo. El bebé, como otro cachorro animal, busca el calor del cuerpo de su madre para sentirse protegido.

Muchas escuelas infantiles y guarderías me piden que cuente determinados cuentos que ellos están trabajando con los bebés. Por ejemplo, “A qué sabe la luna”, “Vamos a cazar un oso”, “Abezoo” o “El pollo Pepe”. Yo me preparo estos cuentos sabiendo que ya los están trabajando en el aula. Le doy cien vueltas al cuento para contarlo con gracia y pensando en todo momento en los bebés. En mi libro Los secretos del cuentacuentos cuento cómo narro “La ratita presumida” a bebés con utensilios de cocina: el gato es una escobilla, el toro un colador, etc.  

Sea cual sea el cuento que voy a contar, siempre comienzo con una fórmula de inicio: “Había una vez”, “Érase una vez”, como preámbulo del cuento, para que cuando los bebés la escuche, la asocie y reconozca con el inicio del bebecuentos. Lo mismo ocurre con las fórmulas del final que funcionan como cierre y que acompaño con un gesto: “Y colorín, colorete, por la chimenea sale un cohete” (me froto las manos y levanto al final una sola mano simulando un cohete que sale disparado sobre mi cabeza).

El cuento debe ser breve con frases cortas y palabras sencillas. El bebé tiene gran capacidad para aprender simples estructuras.

Los cuentos que les narro están llenos de rimas y repeticiones que estimulan la memoria.

 

Yo tenía diez perritos, Yo tenía diez perritos,

uno se perdió en la nieve.

No me quedan más que nueve.

De los nueve que quedaban, de los nueve que quedaban,

uno se comió un bizcocho.

No me quedan más que ocho...

 

La investigadora canadiense Judit Gervain realizó estudios con bebés sobre la estructura del habla y demostró que los bebés tienen un mecanismo de percepción automática para detectar repeticiones. Por eso las primeras palabras que el bebé pronuncia tienen una sílaba repetida: “mamá, papá, bebé, yaya”.El bebé recuerda mejor las palabras que se repiten, y la rima es esencial para que el bebé vaya aprendiendo a entender y a leer. Con este juego de palabras rimadas y/o repetitivas, el bebé presta más atención a los sonidos que se duplican, y le es más fácil de memorizar pues puede llegar a anticipar el sonido de la sílaba que va a venir a continuación.

Las sesiones de bebecuentos no duran más de 30 minutos. Si veo que los bebés están muy inquietos reduzco el tiempo a 15 ó 20 minutos. Me ha sucedido muchas veces que los bebés después de 30 minutos quieren más, aún así yo no me excedo de este tiempo. Hay que saber dónde está el límite y no alargar el bebecuentos hasta que llegue el punto de ruptura y el bebé comience a llorar o a distraerse con una pelota. Es preferible que el bebé se quede con ganas de más cuentos.

 

Los elementos sensoriales y la estimulación precoz

Me gusta utilizar instrumentos musicales en los bebecuentos. Sobre todo instrumentos sencillos como campanitas, xilófonos, panderetas, cascabeles, triángulos y cuencos tibetanos, que luego el bebé puede hacerlos sonar con solo tocarlos. Yo despierto a los animales de mi maleta roja con una flauta mágica, un silbato en forma de flauta que suena al soplar por el orificio al tiempo que hago rozar dos piezas de madera entre sí. Los bebés se quedan hipnotizados con el sonido.

En los talleres que he dado a profesores y educadores no me canso de insistir en la importancia de trabajar con el bebé la estimulación de los sentidos. Como ejercicio en el Taller hago con los profesores un libro cosiendo distintas telas y papeles entre sí: seda, terciopelo, cartón arrugado, papel de burbujas y cartulina de espejo. En el mercado hay una gran variedad de telas y papeles. Luego practican contando pequeñas historias a los bebés con ese libro artesanal. Los bebés tocan las distintas texturas del libro al tiempo que ven como se mueve la seda que simula ser el mar. La hoja de terciopelo puede ser la barriga de una osa, el cartón arrugado un desierto de arena, y el sonido del papel de burbujas los brincos del saltamontes. Por último, los bebés se miran en la cartulina de espejo.

También se puede trabajar la vista con móviles, y objetos llamativos de distintos tamaños, o libros ilustrados con imágenes de gran contraste. A partir de los dos años se puede contar cuentos con Kamishibai, o con teatro de sombras, acercando o alejando del foco de luz las imágenes para producir sombras mayores o menores.

 

La integración de los bebes inmigrantes a través de los cuentos

Shaima tenía dos años de edad cuando llegó a la escuela infantil. Su familia marroquí se acababa de instalar en Madrid, la madre hablaba algo de español. Shaima pasó de ser una niña tímida que no se relacionaba con los demás bebés a lanzar bolas de papel empapadas de agua a las paredes del aula. La maestra habló con la madre para comentarle el cambio de conducta de Shaima. Al día siguiente, Shaima llegó a la escuela con la cabeza rapada. El padre le había afeitado la cabeza como escarmiento para que aprendiera a comportarse bien en clase. Después de ese terrible suceso, Shaima se arrinconó avergonzada en el aula. Así me la encontré cuando fui a contarles cuentos una semana después del suceso. La maestra me había puesto en aviso del caso de Shaima. Para esa ocasión llevé a la clase unos cuencos con especias que se usan en la comida marroquí: menta, canela, comino, anís y cúrcuma. Bajo el brazo llevaba un Tbila, un tambor marroquí hecho de arcilla y piel de cabra, que hice sonar para despertar a los animales de mi maleta roja. La Jirafa Rafa daba los buenos días en árabe: “Saba'a AlKair”. Shaima, por voluntad propia, se fue alejando de su rincón y se acercó hacia mí, y siguió con interés el cuento, a pesar de que no entendía español.

Para que un bebé comprenda un cuento no depende solo de la capacidad intrínseca por interpretar gestos, olores o palabras, sino que tiene que ver con la familiaridad de esos elementos en su cultura.

El cuento funciona como vínculo para ayudar al bebé inmigrante a acercarse a esa nueva cultura, ese nuevo mundo que huele extraño, que tiene unos extraterrestres que visten distinto y hablan una lengua rara. La profesora dejó los cuencos de especias en el aula hasta final de curso e incorporó los cuentos, algunos con ilustraciones de paisajes marroquís, para enseñar a Shaima el idioma español y para ayudarla a relacionarse con los demás bebés.

 

Conclusión

Contemos cuentos al bebé a diario. Cualquier momento es bueno: en la guardería, a la hora de la comida, en la bañera, en el parque, al irse a dormir. De mayores lo agradecerán. El cuento le irá dando al bebé seguridad, aprendizaje y afectividad. Un cóctel explosivo necesario para crear personas emocionalmente estables. 

 

Bibliografía

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