Luis Téllez Tejeda

La imagen del niño urbano, esa inmensa minoría, en el álbum latinoamericano

Luis Téllez Tejeda

A Leer/IBBY México – Universidad Nacional Autónoma de México

(pulqueparados@gmail.com)

 

Resumen: La literatura infantil de Latinoamérica no ha pasado por alto la realidad en la que los niños viven y la ha reflejado de múltiples formas. El álbum ilustrado ha sido una de las formas de retratar las situaciones por las que pasan los niños en las ciudades latinoamericanas. Al fundirse imágenes y texto en un solo discurso, el álbum permite abordar temas de una forma estética, sin que esto deje de lado las implicaciones sociales, éticas y políticas que los autores denotan en su trabajo.

Palabras clave: Infancia, Libro álbum, Latinoamérica.

 

Abstract: Latin American Children's literature has not ignored the reality in which children live and reflected in many ways. The picture book has been one of the ways to portray the situations that children spend in Latin American cities. By joining images and text in one work, the album can address issues of an aesthetic form, although this leaves aside the social, ethical and political denote the authors in their work.

Key words: Children, picture book, Latin America.

La mirada de un anciano tras el volante de un bólido verde se torna amarga, adusta, ante la presencia de un niño que aprovecha la luz de alto en el semáforo del arroyo vehicular para acercarse a los autos y ofrecer una mercancía que no adivinamos bien a bien.

Asistimos, así -a través de los fuertes trazos de Ángela Lago- a una escena tristemente cotidiana en la mayoría de las grandes ciudades de Latinoamérica. Sin embargo, la estampa con la que comienza De noche en la calle, a pesar de remitir a una realidad que viven centenas de miles de niños, es difícil de encontrar en un libro, editorialmente dirigido al público infantil.

El álbum ilustrado es un producto editorial de historia muy reciente en América Latina. Si ubicamos que iniciadores del género como Leo Leoni, Tomi Ungerer, Maurice Sendak y David Mckee comenzaron a publicar entre las décadas de 1950 y 1960 y que sus libros tardaron mucho tiempo –en algunos casos varias décadas- en llegar a los países de dicha región, será comprensible notar que el desarrollo de este género es muy desigual respecto a Europa y Estados Unidos. Ello, sin considerar el resto de los factores sociales, políticos e históricos que retrasaron el surgimiento de una literatura infantil como tal.

No es de soslayar el elemento económico que, sin duda, representa obstáculos para las empresas editoriales en países cuyo desarrollo no es el óptimo. El álbum ilustrado requiere una mayor inversión que los libros convencionales, rústicos, a una sola tinta y esto representa obstáculos para quienes pretenden crear títulos novedosos y de calidad que atiendan la demanda de niños y jóvenes.

La literatura infantil creada en Latinoamérica, ha sido básicamente textual, recién en la década de 1980 comenzaron a producirse libros álbumes originales –los de Carlos Pellicer López en México, los de Ziraldo en Brasil y pocos más– pese a que varios países de la zona cuentan con ilustradores de primer orden y poseen una vasta tradición plástica.

Y si la llegada del libro álbum a la producción editorial para niños y jóvenes en Latinoamérica ha sido lenta, el camino ha sido aún más largo para los protagonistas infantiles urbanos: aquellos niños que abarrotan las escuelas públicas, que juegan en los pocos espacios que quedan libres en las ciudades, que se aburren confinados en las paredes de pequeños apartamentos mientras sus padres vuelven del trabajo, tampoco aparecen –y por ello la apertura de este texto– los niños cuya vulnerabilidad los hace el eslabón social más frágil de las grandes urbes.

Tenemos pues, que a pesar de que la población infantil constituye una ancha franja poblacional en los centros urbanos de América Latina, son pocos los protagonistas claramente identificados con ese segmento que aparecen en libros álbumes creados en la misma región.

En los libros que a continuación analizaremos podemos observar distintos tipos de niños que habitan en las ciudades latinoamericanas, desde aquellos cuya vida está resuelta en los aspectos materiales básicos, hasta aquellos que son orillados por las carencias económicas a vivir en la calle, mendigar y trabajar en ella. Excepto en uno, se advierte en ellos un dejo de esperanza hacia el final que puede paliar las duras situaciones que se reflejan en sus páginas y que son muestra fiel de la vida de los infantes en estos países.

En orden cronológico, el primer álbum ilustrado que muestra francamente a niños latinoamericanos en su cotidianidad es La calle es libre, escrito por la venezolana Kurusa con ilustraciones de Monika Doppert, publicado en 1981 por Ediciones Ekaré en Caracas. En el libro se describe la odisea de un grupo de niños por lograr un espacio donde jugar, pues en su barrio no hay un parque, algún polideportivo o, siquiera, un solar en el cual brincar la cuerda y botar una pelota.

En las ilustraciones, algunas a color, otras en escala de grises podemos observar a detalle a aquellos niños, en un ejercicio de suma honestidad, Monika Doppert da al lector una imagen muy fiel de la periferia de la Caracas de finales de los setenta, que bien puede identificarse con las orillas de cualquier ciudad latinoamericana, en las que la improvisación es el sello cotidiano.

Vemos así, las casas a medio construir, la conjunción de materiales, las coloridas vestimentas de las señoras, las caras de enojo de los niños que no tienen un espacio para ejercer su derecho a jugar. Un panorama del todo realista le es ofrecido al lector que encuentra en las páginas de La calle es libre un acercamiento bastante acertado al mundo de las personas marginadas de las grandes urbes, que, siendo una mayoría demográfica, constituyen una minoría en la planeación de programas de desarrollo y, también en la literatura infantil.

La calle es libre no sólo es importante por ser uno de los primeros libros que tocan la situación social de un amplio sector de la población, sino por la posibilidad que en miles de niños encontraron en sus páginas de asomarse a su propia realidad y reconocerse en ellas. Así, el libro se convierte en un espacio de formación de identidad y no sólo de creación de referentes.

El inicio de este trabajo hace referencia a De noche en la calle de la brasileña Ángela Lago, también publicado en Caracas por Ekaré. En esta obra se muestra, a través de las expresiones en los rostros, el desdén que los automovilistas –una metáfora del establishment- muestran ante un niño a quien las circunstancias lo obligan a vender mercancías en la calle e, incluso, a robar.

De rostro azul, que se pierde con la oscuridad de la noche, el personaje central del libro, un libro que carece de imágenes, se cuela entre los autos para ofrecer sus productos, los autos no sólo lo esquivan, en todo momento se muestran hostiles con él, lo empequeñecen, lo humillan.

Aquí, el lector advierte un mundo que, si no fuera porque se puede confrontar en las esquinas de muchas ciudades del mundo, se pensaría irreal, grotesco por la violencia contenida en los colores brillantes. El libro no ofrece concesiones, al final se ve al niño robar una caja de mercancía, igual a la que aparece al inicio, lo que da una idea de circularidad, mostrando un ciclo que, con esperanza, el lector puede romper.

Otro libro en el que aparece un niño abandonado cuyo único hogar es la calle y cuya vida transcurre en la mendicidad es Hugo tiene hambre de las argentinas Silvia Schujer y Mónica Weiss autoras del texto y la ilustración, respectivamente, publicado por Norma en Bogotá en 2006. En este libro, se ve al pequeño Hugo sentado en la banqueta de una ciudad que no se reconoce, pero que podrían ser varias entre La Patagonia y el Río Bravo. Hugo se ve pequeño frente a los pies monótonos que cruzan frente a él. Su mirada está perdida, hasta que comienza a observar los rostors de quienes caminan por la calle, los coloridos vestuarios de aquella gente contrastan con los harapos que apenas cubren a Hugo.

De pronto, ante los ojos del pequeño, las personas comienzan a transformarse en deliciosos panqués, jugosas rebanadas de kiwi, crujientes galletas y exquisitos pescados. El hambre de Hugo es tanta, que también el mobiliario urbano sufre una metamorfosis: una fuente se torna una gran sopera, los árboles de un jardín se vuelven grandes alcachofas.

Las texturas de las ilustraciones de Weiss dan expresividad al rostro de un niño que simboliza a muchísimos más. El niño termina, igual de hambriento, encontrando a un perro, un amigo que le hará compañía y, quizá, más llevadera el hambre.

Obviamente, el libro no está dirigido a los niños que sufren este abandono, pero sí puede generar empatía entre aquellos cuya posición les ofrece ciertos privilegios, así, Hugo tiene hambre, se convierte en una herramienta contra la lástima, en un punto de partida para la reflexión y el entendimiento entre niños distintos que comparten una misma ciudad y con esperanza, un mismo futuro.

Camino a casa, publicado por el Fondo de Cultura Económica en México en 2008, del colombiano Jairo Buitrago con ilustraciones de Rafael Yockteng, es una de las obras que también merece ser revisada por la imagen que, de los niños, muestra.

En este libro se observa a una niña recorrer el camino a casa, mientras habla de la fortaleza que siente al ser acompañada por alguien, que en el texto no se define y que en la ilustración se materializa en un león.

Aquí la niña vive la misma situación que millones de niños: tiene que lidiar sola con las vicisitudes de la vida cotidiana puesto que su madre trabaja todo el día y, su padre, no está presente. Al final, un detalle muy sutil, revela al lector la causa de la ausencia del padre: la triste desaparición forzada tan común en los países que han sufrido dictaduras. Sin embargo, el lector no tiene que haber vivido esta difícil circunstancia para identificarse con una niña, retratada con una mezcla de realismo y caricaturización –si se vale el término para un libro de profunda seriedad–, que vive prácticamente sola, a cargo de su pequeño hermano.

El mismo motivo se encuentra con un niño, acaso de menor edad, en Emiliano, de la misma dupla de autores y publicado en Bogotá por Babel en 2008. También se ve a un niño recorrer la ciudad, acompañado de un imaginario dinosaurio que le ayuda a soportar lo gris de la vida diaria.

Poco a poco, en Latinoamérica, despega el libro álbum y, con él, las posibilidades de creación de identidad en los lectores que hasta hace algunos años no se encontraban en los libros que leían.

La literatura siempre será necesaria, siempre será necesario encontrar en ella las formas de conocer el mundo, recorrerlo y reconocer en lo distinto aquello que esencialmente nos forma como humanos, pero también, es necesario que los libros hablen de lo que somos en la vida cotidiana, para saber que hay un espacio para cada uno en ellos.

Los libros álbumes tienen aún mucho por hacer por los niños de las ciudades latinoamericanas, mas los ejemplos que aquí se han repasado, permiten pensar en un panorama distinto dentro de algunos años.